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I wanted to write an entrance today just because it is the last day of the year according to the blog's calendar.
El camino no era lo suficientemente largo… aún no estaba preparado. ¿Quién lo estaría? Sólo deseaba una cosa mientras me detenía frente a la puerta del edificio, condenadamente puro y encantador. Sólo quise despertar. Ay, si la vida fuese sólo un sueño ¿No sería eso maravilloso?
Cada prenda que guardaba era un nuevo adiós. El montón de cajas en el rincón sólo servía para agrandar el hueco en mi corazón. Otra vez demostraba mi debilidad; otra vez estaba sola.
Cansada de mutar por obligación. Harta de ser un camaleón contra mi voluntad.
No quiero ser un cóndor si no se me permite volar, ni quiero ser oso sin poder hibernar.
Today I woke up and decided I needed to do something different. Decided I wanted to be someone different.
Then I laughed and continued sleeping.
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Hoy me desperté y decidí hacer algo diferente. Decidí que quería ser alguien diferente.
Luego me reí y seguí durmiendo.
Siempre sostuve que es mejor tener poca gente querida pero fiel y real a cientos de personas vacías e insulsas a nuestro alrededor.
Sin embargo, hoy puse en duda esta afirmación, entre triste y sorprendida.
¿Por qué? La respuesta es egoísta, pero real.
Cuando estamos rodeados de tanta gente que no afecta directamente, entonces la pérdida de una de ellas no tendrá una gran repercusión. Si, en cambio, nos vemos alejados –por una razón u otra- de una de esas pocas personas en las que confiamos, pues nuestro mundo comienza a tambalear.
Son tan fuertes esos pilares en nuestra vida que ya no podemos sostenernos sin ellos. La dependencia es sofocante. Abrumante.
Es un planteo realmente idiota pero, que si se piensa por completo, no es del todo ilógico.
Llueve. El viento susurra con voz estremecedora, y yo escucho. Dice aquel nombre que no me permito pronunciar. Callo, mas todos mis sentidos gritan. No son necesarias las palabras cuando el cuerpo se manifiesta con tal claridad.
Hace frío. O tal vez no. Pero estoy temblando, y la tempestad comienza a ser sofocante. Porque sigo esperando a alguien que jamás se presentará.
Lo más triste es saberlo y, de todas maneras, convencerse de lo contrario. Permanecer allí. Esperando inútilmente con una sonrisa en el rostro, insistiendo en que sólo es un retraso. Que ya luego todo valdrá la pena.
Pero no es así.
Porque podría esperar una eternidad. El mundo entero podría proclamar la necesidad imperante que me domina… y, sin embargo, todo permanecerá igual.
Porque, debido a alguna razón que me es desconocida, aquel nombre que callo es vacío. Es un mensaje sin destinatario que eternamente retorna a su remitente.
Será que simplemente no lo merezco.
Puede que mi destino sea contemplar la felicidad ajena e imaginar cómo podría haber sido la mía.
Continuamente le recrimino no haber apreciado la belleza del mundo. Actos condenadamente estúpidos e innecesarios cometidos debido a la falta de visión. La naturaleza es hermosa. El hombre es destructor, mas también puede ser el creador de las maravillas más destacables.
¿Por qué no observar eternamente las sombras creadas por los majestuosos árboles? ¿Por qué no escuchar el arrullo incesante del mar?
Porque hoy no es suficiente.
No es que la belleza se hubiera ido, sino que no era capaz de disfrutarla. Tan insípida era aquella existencia que no pudo con ella. Y hoy lo entiendo.
Latidos. Acompasados, irregulares, cansados, agitados.
Latidos.
Hoy no alcanzan. No hacen más que burlarse de mí.
Porque no generan la sensación que deberían. Porque aquel fenómeno es ya demasiado ajeno a mí como para ser real, y mis sentidos están hastiados de tanta hipocresía.
La que más perturba es, paradójicamente, la que reina en mi interior.
¿Cómo admitir que el conjunto de las más despreciables actitudes están impregnadas en mi ser? ¿Cómo reconocer que soy todo aquello que tildo bajo los calificativos de patético, insulso y estúpido?
Latidos. Existen para recordarme la ironía de mi insignificancia. Creadores de falsas promesas e ilusiones.
Releo, y todo lo anterior es palabrerío. Esto también lo es. Porque no hay palabras salidas de esta mente que valgan la pena leer. No hay elaboración y pensamiento digno de apreciación, y no son más que intentos fallidos de conceptos que jamás serán.
Porque la victimización y la ironía continua enloquecen, agravándose con cada letra.
Un blog embebido en cavilaciones de alguien que no tiene más que hacer que sentarse a pensar en lo miserable que es, aún teniendo un cielo azul tras la ventana. Que sufre con sus placeres, y se desvive por la poca importancia que percibe en todo aquello que le rodea.
Que se odia por caer en estereotipos.
Que simplemente se odia.