domingo, 13 de noviembre de 2011

¿No ves que estoy acá?

Subió entonces al vehículo una pareja con tres niñas pequeñas.
Una de ellas iba a upa de su madre, y las otras dos caminaban a sus costados. El padre quedó atrás porque se detuvo a pagar el boleto…
La madre se sentó con dos de sus hijas, por lo que la otra se acomodó en uno de los dos asientos que se encontraban justo detrás de ellas. El padre se acercó entonces, y se sentó en un asiento del pasillo opuesto.
La niña, sorprendida, llamó al padre para que se sentara a su lado, pero no obtuvo respuesta.
-Papá, estoy acá.- decía la niña- Papá, ¿acaso no me escuchas? Papá…- la carita de la pequeña cambió- ¿Papá? ¿es que no ves que estoy acá?
Pero el padre no le contestó. La madre no hizo observación alguna. Las hermanas siguieron en su mundo.
Y la niña viajó sola. Sin que nadie estuviese o hablase con ella… sin que a nadie le importase.

Y me puse a llorar. Por la niña. Por mi hermano. Por el mundo.

Porque para eso vinimos. Para ignorar los llamados de los demás. Para hacer oídos sordos cuando alguien nos necesita. Vivimos para encerrarnos en nuestro propio mundo, jactándonos de nuestra humildad.

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