viernes, 30 de diciembre de 2011

Déjame Entrar

Alguien toca a la puerta. Alarmada, corro a esconderme, esperando que el intruso abandone su idea de perturbarme. Horas pasan, días y noches enteras... y el individuo se marcha, perdiendo todo interés en su tarea. Sonrío, aliviada.

Suena el teléfono. Nerviosa, intento ignorar su sonido, continuando mi análisis sobre la textura de una silla carmín. El pitido se repite, y ya no puedo tolerarlo. Espero impaciente a que se detenga, y entonces lo desenchufo por completo. Suspiro, aliviada.

Una carta llega con el correo. Entre reacia y curiosa, la abro. Leo palabras de preocupación e interés, de alegría y jovialidad. Leo buenas intenciones y una invitación al mundo. Confusa, la tiro.

Puede que siempre haya sido la misma persona. O puede que fuesen infinidad de humanos distintos... y aún así, les negué la entrada. No les permití conocerme. No me permití conocerles.

Y no viví.


No hay comentarios:

Publicar un comentario