sábado, 23 de mayo de 2009

Verdadero Reflejo



Un hombre joven, con ropa cara pero raída y descuidada, caminaba plácidamente por la acera mientras observaba la velocidad con la que la gente se desplazaba junto a él. Había muy poca luz, pero la tranquilidad de aquella noche hacía que la oscuridad fuese divina.
Sin embargo, acababa de levantarse de una siesta muy larga y sentía un hambre voraz. Para colmo, el aire estaba cargado de un perfume exquisito y lo volvía loco de ansia.
Dio la vuelta en una esquina y apuró un poco el paso. Entonces sintió el perfecto y enloquecedor aroma con muchísima mayor intensidad. Se detuvo un momento y se sentó, mientras su largo cabello negro revoloteaba grácilmente sobre su rostro.
Escuchó el sonido de una puerta al abrirse. Una vidriería, si mal no recordaba. En ese momento el aroma se volvió insoportable. Se volteó y vio a un hombre de cabellos rubios que abandonaba el local con un pequeño y tentador paquete en una mano, y un trozo de algo brillante en la otra.
El muchacho de dorada cabellera se dirigió en la dirección por la que el otro joven había aparecido. Pero un repentino impulso hizo que el hombre de cabellos negros se irguiera súbitamente y se lanzara sobre el pobre peatón.
Ambos cayeron al suelo y la cara del atacado se desfiguró, más por la sorpresa que por el miedo.
La melena negra del atacante flameaba, gloriosa, y el hombre se agachó para completar la persecución sorpresiva.
Se mordió el labio unos segundos y luego comenzó a probar el alimento, que sabía tan bien como el aroma había hecho presumir.
El hombre rubio sólo yacía ahí, inmóvil, aún con aspecto de confusión y, ahora sí, terror.
Cuando hubo acabado de comer, el joven levantó la cabeza y se irguió un poco. Volteó instintivamente a mirar el local por el cual había salido aquella delicia.
Un hombre tirado con un paquete intacto a su lado y un extenso y brillante mar de sangre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario