Sabía que no cambiaba mucho pero de todos modos tampoco había otra alternativa. Siempre había procurado ser una incógnita, un enigma para todo aquel que creía conocerme, y para aquellos que ni siquiera sabían mi nombre. Frente a mis ojos estaba la causa de la destrucción de todo mi arduo trabajo.
Hay quienes dicen que la venganza se vuelve enfermiza y acaba por solucionar nada, pero yo creo que puede llegar a ser saludable y lógica, aunque no por completo efectiva, es cierto.
Era tan transparente que sus intenciones no podían estar más claras para mí. Todo era evidente.
El mensaje feroz que despedía mi mirada lo decía todo, por lo que la habitación estaba en absoluto silencio. No había necesidad de explicación alguna.
Tal vez noté un leve movimiento en el cuarto puesto que la adrenalina que recorría mis venas era impresionante, pero en realidad la quietud era inmutable.
Mis manos demostraban un leve temblor, pero se lo atribuí al hecho de que nunca había tenido un arma en mi poder hasta entonces. Aquella descarada rudeza y traición hacia mi persona era totalmente inaceptable y me había inducido a tomar medidas.
Respiré profundamente, saboreando con cuidado el aroma con el cual tan extrañamente estaba cargado el aire.
Ya el brillo de existencia se iba apagando; el destino jamás había estado tan predicho y acertado.
Entonces disparé, sólo una vez.
....y el espejo se hizo añicos frente a mis ojos...
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