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Esta mañana me desperté, froté mis ojos y bostecé.. al igual que todas las mañanas. Me levanté, fui al baño a asearme y luego me vestí e hice mi cama, igual que siempre. Me despedí de mi familia y caminé hasta la parada. Pero cuando vi la hora me di cuenta que el micro escolar, es decir el de las 7.45, ya había pasado... tendría que esperar el próximo.
No tardó mucho en venir, a lo sumo quince minutos, y sonreí amablemente al conductor. Me senté y me limité a mirar por la ventanilla, al igual que lo hacía siempre.
Al llegar a destino me bajé por detrás e inspiré el hermoso aroma del aire libre. Caminé dos cuadras hasta llegar a la escuela. Toqué el timbre y esperé a que vinieran a abrirme la puerta.
Unos segundos después la portera se apareció frente a mí, dándome la bienvenida. Todo siguió su curso normal mientras esperaba a que sonara la campana de formación. Cuando esto ocurrió, los pocos alumnos que habían arribado se pusieron en fila.
Entonces apareció la directora, quién se encontraba en la planta alta, observándonos a todos.
–Alumnos, el micro escolar acaba de sufrir un accidente y... lamento decir que no hay sobrevivientes.
Y entonces me di cuenta de todo. Esa mañana fue como cualquier otra para mí, con la excepción de que había perdido el colectivo escolar, teniendo que esperar el siguiente.
En mi caso, haber perdido ese micro fue sólo cuestión de esperar quince minutos más a que apareciese el siguiente... para mis compañeros, el no haberlo perdido les costó la vida.
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