
En un mundo que es insoportablemente inmenso me encuentro. Sola y rodeada de gente que me saluda o me ignora, que me habla o me evita. Un sinfín de rostros danzantes y borrosos que pasean a mi alrededor. Nadie rompe la monotonía, todo sigue su curso.
Me desespero tratando de encontrar una mirada, una señal de vida que no sea programada. Corro en busca de alguien que viva, al igual que yo intento vivir. Pero sólo encuentro máquinas respiratorias, que todo lo que hacen es inalterable e insensible.
Desgarrada camino hasta la orilla y me detengo a observar el mar. Ahora estoy sola y sin nadie conmigo. Siento la brisa golpeándome el rostro, respiro libremente y con gracia. Pero aún estoy vacía y no me alcanza para satisfacerme.
De pronto percibo una caricia más cálida que la de la brisa. Volteo y sobre mí una mirada encuentro. Aquel rostro me mira y me habla sin decir una sola palabra. Aquellos ojos me susurran y el viento no se lleva lo que dicen… aquel ser maravilloso que se detuvo frente a mí.
Aquel ser fuiste tú.
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