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Un edén marchito que ha perdido toda esperanza de renacer. Sus flores lloran amargamente, sabiendo que jamás han de recuperar la gracia y vivacidad que alguna vez supieron portar orgullosamente, haciendo que el mundo se voltease a apreciarlas y halagarlas.
Los árboles se quiebran, raquíticos y quejumbrosos, añorando esos días en que sus hojas de mil colores daban sombra a los dulces animalitos, o los momentos en que sus poderosos torsos servían de hogar.
Ahora solamente habitaba en su existir el mero recuerdo de las maravillas que habían presenciado, y en cómo se desvanecieron, volviéndolos eternamente miserables.
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