miércoles, 20 de octubre de 2010

Risas y Sonrisas

Siempre me pregunté por qué tenían esas sonrisas. Aquellos falsos labios curvados me causaban escalofríos, y la risa que emitían me ponía la piel de gallina.
Sentada apaciblemente estaba yo cuando aparecieron para perturbar mi soledad. No esa soledad amarga y vacía, sino de carácter reflexivo y reconfortante.
En el instante en que aparecieron, el velo transparente que me cubría fue rasgado completamente, dejándome espantosamente vulnerable. Procuré, sin embargo, conservar la calma, evitando clavar mi mirada en semejantes rostros demacrados.
Si no fuesen tan abominables, probablemente sembrarían en mí sentimientos de pena y compasión; mas el miedo y desasosiego eran irrefrenables en su presencia, por lo que cualquier otra sensación era descartada de inmediato.
Se sentaron a mi alrededor, formando un círculo perfecto, e inclinaron sincronizadamente sus tétricas cabezas. Intercambiaban palabras ininteligibles para mí, y de tanto en tanto dejaban escapar una sonora carcajada. Incluso llegué a imaginar que de fondo alguien tocaba una canción de carnaval, haciendo honor a su torpeza y burla a mi angustia.
Cualquier espectador hubiese afirmado que ellos estaban llenos de vida y colores, mientras que el desdichado ser que se encontraba en medio de aquella ronda poseía el aura del desencanto y la enfermedad.

Hastiada ya de tan deprimente escenario, me propuse abandonar la sala con cautela. Lentamente me puse de pie, mas al instante noté centenares de ojos posados en mí.
Mi corazón latía desbocado, y las piernas me flaqueaban como nunca. Cerré los ojos, intentando encontrar la mejor forma de escape, y me quité un zapato.
Luego pensé que nada podría hacer con un mísero calzado, mas me resigné y lo arrojé hacia delante con todas mis fuerzas.

Fue el estruendo más grande que presencie en mi vida.

Mis ojos se fijaron en los trozos de cristal al hacerse añicos, víctimas de mi zapatito, al momento en que los seres que me rodeaban desaparecían.
Giré sobre mis talones, dispuesta a abandonar tan escabroso lugar, cuando me topé con uno de ellos...el último.

-Niña, mira el lío que has causado en La Casa De Los Espejos- me reprendió el payaso con una desmesurada y maquiavélica sonrisa.

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