
Puedo sentir cómo mi cuerpo se quiebra con cada segundo que pasa. Cristal que lenta y dolorosamente se desarma, cae, haciéndose añicos. El eco de las lágrimas incorpóreas y el lamento de un violín. Lluvias transparentes y soles atroces condenan el desvanecimiento de un olvidado ser que jamás existió, volviéndolo una memoria inventada por la nada, llenándose de vacío, alimentándose de la eternidad efímera y la contradicción.
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