domingo, 21 de marzo de 2010

Aguas Calmas


El agua caía dulcemente sobre su rostro. La terina lluvia acariciaba su cabello y luego, con suma delicadeza, repiqueteaba tímidamente al acabar junto a las demás gotas.
Deleitándose en aquel pequeño lago comenzó a tararear una melodía tan exquisita como ella misma. Juguetonas olitas se formaban debido a los movimientos acompasados de la mujer, abrazándola y coreando el cántico con majestuosidad.
Escondió su cabeza bajo el manto cristalino, haciendo inocentes burbujas en el proceso.

Cuando retornó a la superficie, notó la súbita oscuridad que ahora reinaba.
Procuró mantener la calma, asegurándose y convenciéndose de que no había razón alguna para temer.
Pero sus brazos y piernas estaban repentinamente cansados, entumecidos e inmóviles.
Miró hacia uno y otro lado, sabiendo perfectamente que estaba sola y nadie iba a socorrerla. La negrura creciente la tensaba y desesperaba más a cada momento. Camina se ordenó ni siquiera es preciso que nades, sólo muévete. Pero su cuerpo continuó estático.
Lágrimas amargas e impotentes amenazaban con aparecer. El nerviosismo y la tristeza se fusionaron, dando lugar a una nueva sensación...
Comenzó entonces a patalear violentamente, jadeando sonoramente y haciéndose evidente la falta de aire y el exceso de agua que la debilitaban a cada segundo.
Exhausta, hizo un último esfuerzo vano por salir de la inquietante situación, para luego sucumbir en una completa quietud.


A la mañana siguiente, una joven fue encontrada sin vida en su bañadera...

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